jueves, 31 de diciembre de 2009

TRES DESEOS PARA EL AÑO DEL BICENTENARIO

Por Marcelo Koening



Siempre, al tiempo que inicia el año calendario, llegan después del balance del año que se va, los augurios para el año en que se entra. Muchos queman los tres deseos con las campanadas de las doce en punto, atragantándose con pan dulce y sidra (o alguna otra bebida espirituosa). Otros nos quedamos rumiando tanto los éxitos y fracasos del año –para aprender de ellos- como pensando los deseos –para poner manos a la obra para hacerlos realidad efectiva-.


Generalmente estos deseos se circunscriben a lo individual. Pero, no estaría mal esta vez al iniciar el bicentenario hiciéramos el ejercicio de pensar en tres deseos colectivos, aquellos que soñamos pudiera pedir nuestro Pueblo.

1. Que la organización popular vaya conquistando la justicia social.

Mientras existan miles y miles de hombres y mujeres que habitan esta tierra que pasen necesidades, la conquista de la justicia social será una obligación de todos aquellos que sientan el dolor de la Patria.

La justicia en la distribución de la riqueza se conquista palmo a palmo sobre los intereses de los grupos económicos concentrados que son los que se llevan la parte del león. No se trata de una serie de medidas mágicas que han de provenir de la mente genial de un funcionario. La Justicia Social es una conquista que lleva a cabo el Pueblo en la medida de su organización. La política es, mucho más que la disputa de candidatos, una disputa por intereses concretos, por proyectos de país distintos que reflejan esos intereses contrapuestos.

Cuando escuchamos a tantas figuras mediáticas que se desgarran las vestiduras por la pobreza, recordamos las palabras de nuestra Presidenta que con certeza dijo que muchos medios disfrutan del espectáculo de la pobreza cuando es indefección y desesperanza, pero lo demonizan cuando es organización y lucha.

En ese pobre, que no da lastima, sino que muchas veces da miedo a los poderosos, está cifrada la esperanza de la conquista de una Patria más justa.

2. Que se consolide el núcleo ético político de la fuerza militante que impulse el proyecto nacional y popular.

El talón de Aquiles de este proceso iniciado en 2003 es la carecía real de una fuerza propia que impulse la profundización indispensable. Sin fuerza popular organizada es imposible enfrentar a los enemigos de la Patria. La recuperación de la política como herramienta de liberación al alcance de las masas es la tarea pendiente de este proceso histórico que estamos viviendo. Sin ella estamos a merced de los ataques de la reacción que quiere volvernos al oscuro pasado neoliberal.

Pero la fuerza popular organizada no se produce por generación espontánea. Esta es la tarea propia de los militantes. Es nuestro deseo que se entierre definitivamente la práctica política entendida como un modo de beneficio personal, como una carrera profesional partidocrática que sirve para llenarse los bolsillos. Queremos que sea parte de una nefasta historia, manejarse con referentes, operadores y punteros, para que la política vuelva a ser la construcción de un sentido colectivo. Apostamos a la recuperación de la mística y el impulso épico de la lucha por el poder, pero no por el poder mismo, ni por un beneficio individual; sino como ligazón indestructible con los intereses de los más humildes. Cuando el peronismo perdió el anclaje con su ideología –esto es con los intereses profundos que expresó históricamente- fue posible la traición y la vergüenza del menemismo y el duhaldismo. Cuando al peronismo se lo vacía de doctrina queda sólo sustentado sobre una voraz vocación de poder. Ésta sólo es útil cuando va asociada con la participación y la defensa de los intereses del Pueblo.

La militancia real, esa que nunca arrió las banderas, que resistió al proyecto oligárquico neoliberal encaramado en el poder, tiene un papel central en la reconstrucción de la Patria. Sin el sentido ético de la militancia es impensable la liberación. Sin sentido ético de la militancia es imposible pensar en la participación masiva. Este sentido ético se contagia a través de la práctica concreta y cotidiana. Sólo así la política va a volver a enamorar. Y por este amor, que es el único capaz de transformar las relaciones sociales de poder, alzamos nuestra copa.

3. Que en el bicentenario renazcan los sueños de Patria Grande.

La falsificada historia mitrista nos relata los sucesos de mayo de 1810 como circunscriptos a nuestro país. Es claro, para la oligarquía porteña la lucha democrática primero, nacional después que se libró hace doscientos años no fue una gesta americana, sino la luminosa iniciativa de libertad de Buenos Aires, que fue exportando su revolución hacia varios países. Quizás alcance de modo contundente para desmentir esa historia hecha para como traje a medida para los vencedores de Caseros y Pavón el hecho incontrastable que él libertador San Martín –el indiscutible padre de la Patria- libró en lo que hoy es nuestro suelo sólo una batalla de importancia relativamente menor. En efecto la única batalla ganada por el patriota nacido en Yapeyú en nuestra tierra fue el combate de San Lorenzo a orillas del Paraná, donde intervinieron contando los dos bandos menos de 800 personas. Todos sabemos que cualquier disputa entre barrabravas del nacional B puede juntar más personas en una refriega dominguera de clásico de barrio.

San Martín tanto como Bolívar fueron libertadores de toda Nuestra América, como le gustaba llamarla a ese otro gran patriota latinoamericano que fue el cubano José Martí.

Por eso para comenzar este año de bicentenario queremos alzar nuestras copas para recuperar ese espíritu patriótico de toda América del Sur que hizo posible nuestra libertad del imperio de turno. Estamos convencidos que sin unidad de la Patria Grande no hay liberación posible. Estos son nuestros deseos hacia Fidel, Ortega, Zelaya, Chavez, Lula, Evo, Kirchner y Mujica. Pero sobre todo hacia nuestros sufridos Pueblos de la América Morena que sentimos desde cada rincón como propia.

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